Tal impacto, abre un proceso de duelo. Podríamos decir que el duelo es un estado de patología normal, ya que vivir el duelo, es sano. De no vivirlo, de negarlo o evadirlo, éste al fin del tiempo encarnará y repercutirá en diversas sintomatologías, entre las más comunes, la depresión. Depresión leve, moderada o severa; donde ésta última puede incluso anclarse, encarnar en el alma o mente del sujeto en una depresión mayor o melancolía. Dicha sintomatología entra en un estado de duelo patológico, mismo que puede evitarse, cuando un sujeto ante la pérdida, se permite vivir el mismo, sabiendo conscientemente, que, es lo normal, lo sano. Que el dolor que lacera y conduele en su ser, pueda darle lugar, sea ante el permitirse llorar, ya que éste es un desahogo que lava el dolor que se encuentra en el alma; otra forma de encarar, de resolver el duelo, es apalabrando el cúmulo de sentimientos y de pensamientos que halla en su mente; mismos que al hablarlos, calmarán en dolor y aliviarán como el mejor bálsamo, la mejor cura en este proceso de duelo.“Hablar cura”. La palabra puesta en acto, opera en dirección de la cura.
¿Cómo se vive un estado de duelo familiar?La forma adecuada, sana, es cuando entre los miembros de la familia, facilitan el diálogo entre sí; ya que es una manera de compartir el duelo, y de ésta forma existe la posibilidad de mitigar en compañía vuestra, el dolor acuñado ante la pérdida del familiar.
Otra forma de enfrentar el duelo, es en un estado de silencio. Sólo que el estado de silencio, puede ser en algunos casos, una forma de evasión del dolor, mismo que no favorecerá que resuelvan el duelo, ya que este, tarde o temprano devendrá en síntomas, sean en el cuerpo físico, o en un trastorno emocional, como puede ser un estado depresivo. Sin embargo, en cada caso particular, habrá que ver que acontece, tanto en lo singular de cada miembro, como en su constelación familiar.
Aunque se pueda hablar de un duelo familiar, siempre existe anteponiendo “lo familiar”, un proceso singular. ¿Porqué singular? Porque cada uno de los miembros de la constelación, cada uno en sí, tiene una historia particular con el ser perdido. Por ejemplo: ante la muerte de un padre o una madre, cada hijo, tiene un tiempo lógico y asimismo, una historia singular con cada uno de ellos. Que a su vez comparten en grupo, una historia común, en lo familiar, que les significa transgeneracionalmente: abuelos, padres e hijos.
El proceso de duelo singular o familiar, siempre presentifica al tiempo. ¿Porqué al tiempo? Porque ante una pérdida, el tiempo se trastoca, se bifurca en un antes y un después… existe un corte en la historia, ya que cuando perdemos un ser querido, estimado, una parte nuestra, muerte un tanto también. La recuperación o la reparación consiste durante el tiempo, pian piano, ir recobrando ese tiempo ido en el otro… ese tiempo, esa historia o retazos de instantes vividos, en vida, con la persona o sujeto que hemos perdido. Poner en palabras el tiempo bifurcado es ese anterior a su muerte, duele, herida que agudiza el dolor, sólo que es un abrir la herida, y que esta desagüe el dolor que está dentro del ser, dentro del alma. Ese tiempo ido, ido, nunca bastante, habrá de irse recuperando, en tanto vayamos poniéndole palabras, ir apalabrando la historia, aunque es ese tiempo ido con el que muere, es un tiempo ido, nunca bastante ido, nunca del todo ido… sólo que alivia hablar, y, metafóricamente va haciendo un zurcido invisible, un curando el boquete que deja en el alma, una pérdida de esta naturaleza. El estado de duelo, como ya lo he mencionado, es un estado de dolor, es una herida abierta que sangra, que sangra por dentro de forma exacerbada, y que en la medida que se habla de ello, ello va sanado, va curando el alma, el ser, el cuerpo, el espíritu del ser humano.
La muerte del ser humano es inminente, ésta es el fin de todo ente, la única verdad absoluta. Aunque siempre, nos parece a los seres humanos, que la muerte llega siempre demasiado pronto, ya que, generalmente, siempre llega demasiado pronto, ya que ésta, siempre nos sorprende. Verdad absoluta que nos es insoportable de aceptar, y que, culturalmente habríamos de invitarnos a ponerle más, y más en la palabra, como un intento de facilitar la aceptación de la misma.
El proceso de duelo favorable o normal, implica principalmente, permitirnos sentir el dolor que representa la pérdida de nuestro familiar, que nos facilitará, encararlo, enfrentarlo, aceptarlo, y finalmente pro/curarnos. El estado de duelo, es también un estado de crisis, una crisis en la cual nos permite crecer, ya que cada crisis nos representa si lo vivimos consciente, crecimiento. Es así, porque una estado de crisis nos sensibiliza con nosotros mismos, nos ensimismamos, mismo que al estar con uno mismo, facilita un estado del cuidado de sí, una forma de estar con nosotros, de permitirnos respetar nuestro dolor, mismo respeto que nos dignifica, y de esta forma podemos darnos cuenta, que, ante esta experiencia, en la debilidad, encontramos la fortaleza. Es una experiencia singular que nos aporta, nos deja saber, sabiduría personal. El permitirnos vivir el duelo, nos deja ganancias, entre muchas, saber, que un día perdimos a nuestros abuelos, a nuestros padres, y que, un día sin duda, también cada uno de nosotros moriremos. La trascendencia que nos lega dicha experiencia, es la de transmitir a nuestras generaciones familiares, que el único destino final como todo ser viviente, a su tiempo cuando sea el tiempo de partir de cada ser humano, es la muerte. Vivirla con respeto, dignidad saludable con calidad, es nuestra responsabilidad, es quehacer, es invitación de hacer consciencia de cada uno de nosotros, y lograr trascender simbólicamente, creando de cada una de nuestras vidas, la mejor obra de arte, tanto cuánto, nos sea posible. Vivir, existiéndola lo más plena posible, ya que ésta, la vida, metafóricamente, es, un instante año luz… así que, la invitación es, vivirla al máximo dentro de lo que nos sea posible, cuidando de sí, así como de nuestros seres queridos, compartiendo con nuestra especie humana, de la mejor forma, ética, espiritual y humanamente posible.
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